Durante estos días de confinamiento me he llevado una pequeña-gran alegría recuperando el State of Emergency (Play Station 2), juego que ya había dado por perdido. El DVD estaba demasiado arañado y la consola no lo leía. Después de unos cuantos apaños y remiendos, obró el milagro y el disco pudo funcionar de nuevo. Ni yo mismo me lo creo.
Por eso, la mejor forma de celebrar esta resurrección es abriendo una entrada dedicada a este clásico de Rockstar, el cual vio la luz en España en el año 2002. Las comparaciones con Grand Theft Auto fueron numerosas desde el primer día, y eso que el género no tiene nada que ver. State of Emergency es un beat'em up con toques de acción (sin conducción).
Se ha declarado el estado de emergencia en el país. La gente sale a la calle en busca de víveres. Las bandas urbanas aprovechan la situación para imponer sus dominios. La policía intenta hacerse con el control de la situación. Reina la anarquía y el desorden. El sálvese quien pueda se ha convertido en el buque insignia de la sociedad. Esperemos que con el coronavirus no lleguemos a este extremo.
Os voy a confesar una cosa: de los dos modos de juego que tiene este título (Caos y Revolución) yo siempre he jugado al primero. Y además, un montón de veces. En cambio, al segundo, que en teoría es el modo principal, apenas he probado bocado. Lo he jugado unas cuantas ocasiones pero nunca me ha enganchado y eso que alberga el desarrollo de la historia, con todo el entramado narrativo.
El modo caos siempre me resultó más adictivo, lacónico, rápido y directo que el revolución. Me recuerda más a un arcade de la vieja escuela: partidas cortas y adictivas, que van al grano. En el modo revolución tenemos que superar más de 100 misiones, desplazándonos por los escenarios, hablando con gente y cumpliendo los retos que nos pidan (llevar objetos de un punto a otro, destruir edificios, proteger a alguien, asesinar...).
Al final, las misiones eran tan parecidas que se acababa haciendo un pelín monótono, y mis manos se me iban al modo caos.
La mecánica de este resultaba mucho más intuitiva y digerible para el gran público. Había que acumular la mayor cantidad de puntos posibles, provocando desórdenes públicos, líos, altercados y disturbios en los diferentes escenarios (un centro comercial, Chinatown, el barrio este y la central de la corporación)
Cualquier acción delictiva se traducía en puntos: romper escaparates de las tiendas, matar a policías, asesinar a miembros de las bandas, destruir coches, arrojar mobiliario urbano...
Nuestros únicos límites eran una barra de vida, que se vaciaba a medida que nuestro protagonista era atacado o disparado por otros personajes; y un contador de tiempo, que empezaba en tres minutos y se iba agotando a medida que pasaran los segundos. Menos mal que había botiquines y relojes en diferentes puntos del escenario para recuperar vida y sumar tiempo. Y los enemigos derrotados en el campo de batalla también soltaban salud y tiempo extra que nos vendría muy bien
Teníamos total libertad para desplazarnos por los diferentes lugares. Había que explorar muy bien todos los rincones en busca de armas: uzis, metralletas, granadas, cócteles molotov, proyectiles, pistolas, escopetas, táser, gas lacrimógeno, rifles, lanzallamas...La munición era limitada (si se agota, tenemos que soltar el arma y cambiarla por otra), pero muy efectiva contra todo ser viviente.
En caso de no disponer de armamento, siempre podíamos emplear el cuerpo a cuerpo, o diferentes utensilios y enseres de la geografía urbana como bates, porras, espadas, cuchillos, martillos, papeleras, bancos...
La ambientación es increíble, ya que encontraremos una gran cantidad de personajes en pantalla. Tened en cuenta que siempre veremos peatones corriendo de un lado a otro, gritando, haciendo espasmos, huyendo, saqueando. Da la sensación de que estamos viviendo una situación caótica y excepcional, y que las autoridades no han conseguido hacerse con el control de la situación. Anarquía en estado puro.
Hay que reconocer que el motor gráfico de la PS2 tuvo que hacer un esfuerzo titánico para mantener la fluidez y dinamismo de juego, y los efectos gráficos (explosiones, sangre, cristales rotos...), y a la vez ver a tanta gente en pantalla. A veces, pueden verse hasta 50 personas a la vez, cada cual con su trayectoria y movimiento, y la consola no se resiente.
La pantalla se llenará de vida y nuestro héroe quedará diluido entre la multitud, provocando un efecto confusión y caótico la mar de realista. Parece que estamos viviendo una revolución o una guerra mundial. Las alarmas de las tiendas sonando, los avisos policiales llamando al orden, los gritos de la gente cuando se produce alguna masacre...es brutal
Por cierto, mucho cuidado con los civiles. No os pongáis a disparar de forma indiscriminada. No os dejéis llevar por la inercia del gatillo, que como matéis a algún inocente, nos restarán puntos. Las bajas de peatones se acaban penalizando en los resultados (1000 puntos menos por cabeza inocente muerta). Y eso duele. En este juego se premia la violencia (correcto), pero tampoco la crueldad injustificada.
No obstante, veremos momentos que rozan lo sádico y lo deshumanizado. Además de la sangre, si decapitamos a un enemigo, podemos usar su cabeza como arma arrojadiza. Muy gore jajajja. La verdad es que montaremos unas carnicerías que tela marinera.
A medida que matamos enemigos, la dificultad irá creciendo. Las fuerzas policiales enviarán refuerzos cada vez más poderosos: soldados armados, enemigos con trajes antifuegos, seguratas gordiflones que no mueren ni con agua caliente...Y si nos cebamos con las tribus urbanas, habrá momentos que seremos perseguidos a la vez por policía, mafia, punkis, raperos y todo tipo de personajillos. Entre las propias tribus urbanas habrá rivalidad y se producirán tiroteos entre ellos, pudiéndonos matar el fuego cruzado.
A veces, aparecerán kamikazes: personas que llevan bombas que se suicidan explotando contra nosotros.
Llegará un punto en que la situación se vaya de las manos, y casi todo el mundo nos persiga, ya no solo para pegarnos puñetazos o porrazos, sino también para dispararnos con armas poderosas (incluso lanzacohetes). La pantalla será un caos, con explosiones, disparos, balas y destrucciones por todos los lados. A veces era mejor escapar que enfrentarse al peligro.
Cada 100.000 puntos conseguidos, nos sumarán algo de vida y tiempo. Durante el desarrollo de la partida nos saldrán carteles informándonos de que ciertas acciones (romper escaparates, destruir vehículos, matar policías...) tendrán efecto multiplicador en los puntos, así que conviene aprovechar las promociones para sumar más puntos. También nos encargarán pequeñas minimisiones sobre la marcha para sumar algunos puntos extra.
Si hay algo que me gustaba era el ruido de los cristales al estallar las balas contra ellos. Destruir los escaparates de los establecimientos era puro vicio. Recuerdo usar granadas o cócteles molotov contra la luna de las tiendas, y automáticamente, todas las ventanas de ese edificio reventaban. Una pasada. Eso sí, con los cócteles molotov había que tener mucho cuidado, ya que si nos estallaba, perdíamos un montón de vida por las quemaduras.
Dentro del modo caos había diferentes variantes: provocar el mayor número de daños en 3 minutos, en 5 minutos, o vaciar la pantalla de personas. Esta modalidad se llamaba "Último clon en pie". El escenario se llenaba con 200 clones. Y había que matar a todos, sin dejar ni uno, en el menor tiempo posible. Cuando quedaban 10 se activaba un radar que parpadeaba más rápido cuanto más cerca estuviera el enemigo, para facilitar su localización.
En fin...menudos vicios me he pegado al modo caos. Me he llevado una gran alegría al poder reparar el disco. Y tan contento me he puesto que he dicho: voy a dedicar una entrada a este juego jejeje
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