viernes, 27 de marzo de 2020

Mis abuelos y los videojuegos


Si ayer abrí una entrada en la que os hablé de las experiencias que tuvieron mis padres con los videojuegos, hoy es el turno de los abuelos. 

La generación nacida en los años 20-30-40 del siglo pasado jamás había oído hablar de consolas (ni falta que les hacía). Podían pasar sin ellas perfectamente. Y eso que ellos vivieron hitos muy importantes como el nacimiento de la televisión o la llegada de electrodomésticos como la lavadora o el frigorífico. Tuvieron que esperar hasta el final de sus vidas para ver lo que eran los videojuegos, y siempre, a través de los nietos.

Ellos sabían que una consola era un "cacharro" (así lo llamaba mi abuela, aunque seguro que se han formulado otros sinónimos como chisme o cachibache) que servía de entretenimiento para los más jóvenes de la casa. Y cada vez que miraban a la pantalla, casi siempre decían "los muñecos esos tan feos" jajjajajjaa.

Aunque para algunos viejecillos, el término consola no lo relacionaban con el ocio electrónico, sino con el mobiliario doméstico. Si vamos al diccionario de la RAE, veremos que el término consola posee la siguiente acepción.

Mesa que se arrima a la pared y en la que se colocan objetos decorativos.



Mi abuelo (que era un crack, además de tener un humor bastante ácido) me tomó el pelo cuando era un crío de 5-6 años. 

Estábamos haciendo una remodelación en nuestra casa (cambiando suelos, puertas, ventanas, pintando paredes...), y me acuerdo que mis abuelos maternos iban a regalar a mi madre una consola para la salita (entiéndase consola como mueble, no consola de jugar). Entonces, mi abuelo paterno decidió reírse un poco conmigo (nunca de mí), y me dijo que nos iban a regalar una consola para nuestra nueva casa. Imaginad cómo estaba yo: loco de contento, saltando de alegría, dando besos a todo el mundo: nos iban a traer una consola nueva. Qué buenos eran mis yayos!!!!!!!!!!!! jajjaja

Imaginad la cara que se me quedó cuando vi que la consola era una especie de mueblecillo para colocar figurillas y otros objetos decorativos en él. El zasca de los zascas jajajajjaa. Me quedé con la boca abierta...¿Y la consola? ¿Cómo va a ser eso una consola, si es un mueble?


Claro...mi abuelo en ningún momento había dicho nada que fuera mentira. Nos iban a traer una consola. Y una consola nos habían traído (no de jugar, pero sí para vestir la salita jajjajaj). Grande mi abuelo.

En general, nuestros abuelos veían las consolas como algo dañino y perjudicial. En la televisión y los medios de comunicación no paraban de acribillar a los videojuegos: que fomentan el aislamiento, que los niños se vuelven violentos, que hacen daño a la vista, que no educan, que son caras...Entonces, los abuelos, veían este hobby como el diablo personificado. Incluso mi abuelo llegó a pensar que los videojuegos podían destrozar las televisiones. Un clásico de muchas casas. jajajjajaja. Seguro que no soy el único.

Cada vez que íbamos a casa de mis abuelos maternos, me gustaba llevarme la consola, ya que así se me pasaba la tarde entretenida. Recuerdo que mi abuelo miraba con mucho recelo el aparatillo y no le hacía especial ilusión que empezara a enganchar cables y cables a la televisión pequeña de la salita y a toquetear los canales. Eso sí, por otro lado, veía que con la consola no había niño en la casa, ya que me encerraba en la sala y no daba ni un ruido. Los videojuegos apaciguan a las fieras jajajjajaja


Me gustaría contaros una anécdota que guardo con especial cariño. Fue en el verano del 2000. Esos meses mi abuelo tuvo que lidiar con la batalla más dura de su vida: un cáncer de laringe. Yo, en aquella época tenía 11-12 años y aunque sabía que algo malo pasaba no era consciente de la gravedad de esa enfermedad.

Gracias a Dios, mi abuelo consiguió salir victorioso de esta guerra y la vida le regaló 9 años más. Todavía recuerdo el verano del 2000. Mi yayo estaba recién operado. Le habían quitado varias cuerdas vocales. Después de un par de semanas en el hospital le mandaron para su casa. Como coincidió con las vacaciones de verano de mis padres, decidimos irnos una semanilla con ellos al pueblo para ayudar y echar una mano, especialmente con el tema de las curas de mi abuelo.

Yo me llevé mi Nintendo 64 a la casa del pueblo. Como es lógico, mi abuelo estaba con un humor de perros. Es normal. Le acababan de operar. Estaba pasando por una enfermedad dura. Y los nervios afloran en esos duros momentos. Ahora ya, 20 años después entiendes la situación.


Por las tardes, a la hora de la siesta solía enchufar la videoconsola a la tele del salón y echarme unas partidas. Recuerdo perfectamente la estampa. Estaba jugando al Mission Impossible, aquel juego de Infogrames del año 1998-1999 para la PSX y la Nintendo 64.

Había un nivel que me encantaba repetir y repetir y repetir, una y otra vez, como si no hubiera un mañana: el de la embajada. De hecho, la primera entrada de este blog estaba dedicada al personaje de Scofield, la asesina de la embajada. Me pasaba las horas dando vueltas por la sala de fiesta armando líos y haciendo el tonto (atacando a los asistentes, usando la cerbatana con los polis...).


También jugaba bastante al nivel del C.G del K.G.B. Entrábamos vestidos de embajador y me gustaba recorrer los pasillos para después liarme a tiros con el personal de seguridad.

Tanto en la embajada como en el C.G del K.G.B cada vez que la liábamos parda, bien fuera atacando a una persona inocente/miembro de seguridad, o utilizando un arma, empezaba a sonar la alarma de seguridad, la cual era bastante estridente y molesta. Normal: nos estábamos saltando las leyes y había un loco suelto por estos edificios. Lo lógico es que el personal de seguridad active la alarma para avisar a la gente de que hay problemas.


A mí me encantaba el ambientillo que se formaba: la gente gritando cada vez que les atacabas, corriendo hacia el lugar donde estaban los miembros de seguridad, estos venían corriendo a nosotros y nos arrestaban. A mí me encantaba atacar al pianista de la embajada y que el salón se quedara en silencio, sin música. Eso sí, la alarma siempre sonando.

Recuerdo que a mi abuelo el ruido de la alarma le molestaba. Le ponía de mal humor. No paraba de refunfuñar (normal, estaba recién operado). Se quejaba de que la tele se iba a romper, y que ese ruido no era del juego, sino de la pantalla, que se estaba averiando por jugar mucho tiempo a la consola. 

Imaginad cómo le explicas a alguien de 70 años que ese ruido forma parte del juego (es una alarma que suena por haber atacado a gente inocente) y que la televisión no tiene ningún problema. Al final, había veces que no tenía más remedio que apagar la consola para que mi abuelo se calmara. Grande él. jajajjajajaa. Me acuerdo que mi madre me decía que pusiera otro juego que no diera tanto ruido para que el yayo no se molestara. jajajjajajaa.

De ese verano conservo un recuerdo muy especial. Un Cristo de Urda dibujado a mano. Durante sus días de ingreso en el hospital mi abuelo conoció a varios señores operados de la misma afección que él. Y uno de ellos le hizo a mi abuelo un Cristo de Urda, con dedicatoria y todo. Cuando mi abuelo murió nueve años después, me hacía mucha ilusión quedármelo como recuerdo y lo tengo colocado en mi estantería, junto a mi premio fin de carrera.


De mi abuela paterna también guardo muchas anécdotas relacionadas con videojuegos. Hasta que cumplí 12 años, mis padres y yo vivimos con ella: nosotros en en piso de arriba, y ella en el de abajo. Luego ya nos cambiamos de casa, pero venía con frecuencia a visitarnos. Así que muchas veces me veía con los videojuegos y le resultaba curioso observarme y de vez en cuando me hacía preguntas del tipo...¿Y quién es ese? ¿Y qué es eso que se ve?

Recuerdo que una vez mi abuela, me chafó (si se puede llamar así) una de mis mejores partidas al Super Mario Bros 3. En aquellas primeras semanas de juego no había conseguido superar el barco número 3 (el del mundo del agua). Me quedaba atracado en el combate contra Wendy Koopa. 

Cuando llegaba a la batalla (después de pasarme el barco con todos sus obstáculos y enemigos) siempre lo hacía en Mario pequeño. Por tanto, al primer golpe recibido...bye bye. Los aros de Wendy eran una auténtica tortura, ya que no paraban de rebotar por la estancia. Estuve varios días que no pasaba de ahí. Y mi ilusión era ver cuál era el mundo 4. Hasta ese momento, yo no sabía la existencia de los silbatos mágicos para avanzar en los mundos.


Un sábado por la noche sonó la flauta y conseguí matar a la malvada Wendy Koopa. Lo celebré por todo lo alto y la ilusión se adueñaba de mi cuerpo. ¿Qué tipo de mundo me espera ahora? Deseando estaba que pasara la escena de Mario descendiendo por los cielos para darle al rey la varita mágica. Como quien espera a los Reyes Magos la noche del 6 de enero

Normalmente, los sábados por la noche mis padres salían a cenar y a tomar algo por ahí. Yo me quedaba en casa, con mi abuela. Ella en la planta de abajo, en su casa. Y yo en la de arriba, con la consola. A la hora de acostarse, ella subía y me decía que era hora de irse a la cama. De hecho, yo dormía en su misma habitación, en una segunda cama.

Recuerdo con exactitud todos los detalles. Fue poner el pie en el mundo 4, y entrar mi abuela a la habitación para decirme que eran más de las 12, y que nos fuéramos a dormir.


Yo, que era un niño muy obediente, hice caso sin rechistar. Me dolió mucho quedarme con la miel en los labios, justo en el mejor momento, cuando tocaba estrenar mundo, y encima no se podía guardar la partida. Qué lata!!!!!!! Esa visita de mi yaya me hizo polvo, pero los valores son los valores e hice lo que me dijo. Cómo le podía explicar a mi abuela que me había pasado el barco tercero, que era muy difícil para un niño de 6 años, y que estaba en un nuevo mundo.

No obstante, mi abuela siempre me dejaba unos minutos de cortesía, mientras preparaba su bolsa de agua caliente para dormir. Entonces, aproveché esos instantes como si fuera el último aliento de mi vida para, al menos, ver la primera fase del mundo 4. Ya bajo yaya: 5 minutos.

Y ese tiempo me sirvió para ver la fase 4-1, el inicio del mundo gigante. Menuda pintaza tenía. Todo enorme: koopas, goombas, plantas piraña...madre mía!!!!!!! Pero claro, a mi abuela no la podía hacer esperar y tuve que apagar la consola.


Otra anécdota que guardo con mucho cariño de mi abuela se produjo la primera vez que pisé el Star Road en Super Mario World. Por el manual de instrucciones yo sabía que existía el mundo estrella. Lo que no sabía era cómo acceder a él. Habían pasado varias semanas de juego y ni rastro de él. Un día, encontrando algunas salidas secretas de los niveles de Ilusion Forest, conseguí llegar al fuerte de este mundo, y después de matar a los renos, apareció la mítica estrella que me llevaría a Star Road

No sabéis lo contento que me puse al ver ese mundo. Me acuerdo que salí super contento al salón  bailoteando. Estaba mi abuela. Y empecé a darle besos, y la llevé a mi habitación para que viera mi logro. Ella, que no entendía mucho, tampoco le dio importancia. Lo único que dijo fue, ah sí, una estrellita jajjajajjaa


En el juego de Atlanta 96 para la Super Nintendo (que me regalaron por mi cumpleaños) se podían jugar hasta 8 jugadores (con el mismo mando, y por turnos). Recuerdo que podíamos poner un nombre a cada jugador. A mí me gustaba poner el nombre de gente de mi familia. Y como es lógico, ponía el nombre de mi abuela.

Y luego yo jugaba los 8 turnos para ver qué miembro de mi familia ganaba. Un día, en la prueba de la jabalina, ganó el atleta que tenía el nombre de mi abuela (Leonor). Y yo la llamé corriendo como si hubiera pasado algo extraordinario. Ella al ver su nombre en la pantalla se quedó con la boca abierta...¿Y eso cómo ha salido ahí en la pantalla? Si es mi nombre jajjajajajja.

Aunque mi abuela no entendía de juegos, hay que reconocer que decía cosas muy coherentes: ¿Y por qué lleva mi nombre ese señor, cuando debería ser una señora? Leonor es nombre de mujer, no entiendo que aparezca un hombre. Sí señor!!!!!! Mi abuela diciendo verdades como puños. Grande ella!!!!!!!!!!


A mi abuela también le encantaba ver moverse a Mario por el castillo de Peach en Super Mario 64. Las tres dimensiones no solo hechizaron al público más joven. Mi abuela, sin ser entendida, me acuerdo que se quedaba embobada viendo al fontanero saltar por los jardines, trepar por los árboles, nadando por el foso de agua, e incluso subiendo las escaleras del interior del castillo. Me acuerdo que mi abuela decía: anda...mira cómo sube los escalones.


Ya en época de la Play Station 2, durante los veranos, mi abuela se venía con nosotros de vacaciones. Por las tardes mis padres se iban a tomar café por ahí para estar en un sitio fresquito y yo me quedaba sola con ella. Solo había una televisión en el piso. Yo le dejaba ver su novela favorita de 4 a 5. Y ella, a partir de esa hora, me daba permiso para enchufar la consola. En teoría, ella se ponía a coser, pero muchas veces estaba pendiente de lo que pasaba en la pantalla y hacía sus comentarios jajajjajaa. Recuerdo muchas anécdotas.

Ya os conté una vez que el Resident Evil 4, sobre todo la parte de los regeneradores, me daba un pánico tremendo. Os cuento un secreto: me venía de perlas que mi abuela estuviera a mi lado. Al menos, atenuaba el miedo jajajjajaa. Yo no puedo jugar a un juego de terror solo en casa. Lo siento. Y la presencia de la yaya me venia ni que pintada para jugar.

Cuando mi abuela veía al regenerador, me acuerdo que lo que más le llamaba la atención era que estaba "enguacharro" (como ella decía). Vamos...que el regenerador no llevaba ropa, estaba como Dios le trajo al mundo, desnudo. Y me acuerdo que mi abuela se fijó en que al rege le faltaba el órgano genital masculino jajajjajaja. ¿Pero no tiene cataplines? (así me lo soltó). Grande mi abuela!!!!!!!!!!!!


Cada vez que jugaba alguna partida al Burnout 2, y se armaba algún pifostio gordo en forma de accidente múltiple, me acuerdo que mi abuela decía: Madre de Dios. Un día, jugando al modo Crash, hice record y la cámara cogía una panorámica de todos los coches destrozados, volcados, con las partes desperdigadas por ahí. Y yo lo celebré, ya que había conseguido una burrada de puntos. Y mi abuela me dijo...¿Y la gente que hay dentro de los coches? Pobre gente!!!!!!!!!!! Menos mal que en Burnout 2 no se representaban conductores dentro de los coches. El espectáculo hubiera sido dantesco


En fin...espero que os haya gustado este anecdotario. Me encanta vincular momentos videojueguiles con personas tan importantes que han formado parte de mi vida y a las que les tengo tanto cariño. Ahora con el coronavirus, viendo la cantidad de gente mayor que está muriendo, empatizo mucho con la situación. Es que esos viejecitos y viejecitas que ahora están muriendo podían ser mis abuelos...y eso es tan doloroso y tan triste.

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