Me encanta el God of War. Me encanta la historia de Kratos. Es uno de esos juegos que cada cierta frecuencia necesito revivir sí o sí. La última hace unos días. No sé qué tiene este título pero empiezas a jugar y una deliciosa fuerza te invita a seguir, seguir y seguir, hasta el final. Es un no parar. Y mira que me lo habré pasado como 20 veces, y cada vez que veo al héroe lanzándose desde la montaña más alta de toda Grecia en esa mítica escena inicial, la ilusión me invade como si fuera un niño chico
Podía hablar de tantos y tantos momentos que me resulta difícil tener que elegir uno. Al final, me he decantado por la sección de los acantilados de la locura.
En este punto de la aventura, la dificultad se dispara de forma significativa. Estamos en el último tercio del juego. Kratos ha superado los pisos bajos del templo de Pandora. No queda nada para alcanzar la preciada caja que nos dará el poder para enfrentarnos a Ares, el dios de la guerra.
Se trata de un escenario de ambiente montañoso, lleno de riscos, rocas, paredes de escalada, laderas, cuevas y cimas, que parece no tener fin de la altura que tiene. Encontraremos enemigos muy fuertes como los centauros
Para superar esta parte del juego será necesario encontrar dos collares que nos abrirán el acceso al área siguiente: la tumba del arquitecto, que es la localización inmediatamente anterior al edificio en el que se encuentra la caja de Pandora.
Para obtener los collares debemos superar dos puzzles míticos. En el primero, la lógica se impone a la acción. En el segundo, la habilidad es mucho más importante que la inteligencia. Y los dos, son igual de importantes para seguir avanzando.
En el primer reto entraremos en una cueva, en la cual encontraremos varias piezas gigantes de piedra que nos recordarán a las de Tetris. También veremos una pared, y una plataforma rotatoria, la cual sirve para hacer girar las piezas.
El objetivo consiste en encajar todas las piezas en la pared de forma que no quede ni un hueco libre. Tenemos que ingeniárnosla para que todo encaje en la pared de la gruta, probando diferentes rotaciones y posiciones. El problema es que es una lata tener que empujar las piezas una por una y arrastrarlas desde donde están a la plataforma rotadora, y de esta a la pared. Se hace muy lento y engorroso, ya que pesan muchísimo, y si lo hacemos mal, tenemos que rehacer todo.
El segundo puzzle nos exige una precisión, rapidez y perfección que nos costará muchos intentos. Y a mí, que enseguida me tiembla la mano cuando me pongo nervioso, imaginad el percal.
Entraremos en una cueva que estará llena de poros, por los cuales acabarán saliendo pinchos. De hecho, veremos cadáveres y restos de sangre, síntoma de la escabechina que ha habido allí con otros aventureros anteriores a nosotros.
El collar está situado en una plataforma elevada. Para alcanzarlo debemos apoyarnos en un bloque de piedra, que está situado en el interior de una jaula. Habrá que empujar la losa de piedra empleando la fuerza de Kratos y colocarlo justo al lado de la plataforma. Así nos sirve de escalón para subir encima y acceder al collar.
¿Cuál es el problema? Para empujar la caja, primero tenemos que abrir la puerta de la jaula en la que está metida, pulsando una palanca. En ese momento se activará una cuenta atrás que no llega ni a 30 segundos.
Tenemos ese pequeño margen de tiempo para sacar el bloque de la jaula, empujarlo hasta la plataforma y subirnos a ella. Y eso no es fácil. La cueva posee una forma irregular llena de giros bruscos. No hay una línea recta desde la jaula a la plataforma. Tenemos que empujar el bloque en varias fases: primero en una dirección, y luego en otra. Tenemos que virarlo dos veces.
A la hora de llevar el bloque a la plataforma podemos optar por arrastrarlo, o darle empujones. Es mejor lo segundo que la primero, ya que la losa es tan pesada que Kratos necesitaría mucho tiempo para recorrer la distancia que hay entre la jaula y la plataforma. Y tiempo aquí no tenemos.
Lo más recomendable es coger fuerzas con el botón R2. Estaremos varios segundos sin avanzar, pero nos servirá para coger impulso para luego empujar el bloque avanzando una buena tajada. Con tres empujones grandes lo normal es que el tiempo nos dé.
No hay margen para errores e imprecisiones, pero si lo hacemos bien, hay tiempo. Muy justo pero lo hay. Se trata de sacarlo de la jaula, darle tres empujones, subirse al bloque, y de ahí a la plataforma con el collar. En menos de 30 segundos.
Si somos tardones, ocurrirá lo inevitable: el suelo se llenará de pinchos y moriremos entre terribles sufrimientos, de una forma sangrienta y cruel.
Eso es lo que más mal rollo me daba. Sabía que al pulsar la palanca de la jaula, se activaba la cuenta atrás y si no conseguía empujar el bloque a tiempo iba a morir pinchado. Y eso me ponía muy muy nervioso, y tener muchos fallos de control. El miedo a que salieran los pinchos del suelo me provocaba temblor en las manos.
Y para más inri, la puerta de salida de la cueva se cerraba. Por lo tanto, no había escapatoria. O lo hacíamos bien y salíamos airosos. O lo hacíamos mal y moríamos. No había medias tintas. O muerte. O salvación.
Cada vez que cometía un fallo (empujaba con menos fuerza de lo necesario, tardaba mucho en sacar el bloque de la jaula...) yo ya sabía que matemáticamente no tenía tiempo para hacer nada, y me dejaba morir. Es que te exigían perfección absoluta. Dar tres golpes secos a la losa hasta la plataforma. Ni más, ni menos, sin chocarse con las paredes y sin fallos del control. Un error y nos quedábamos sin margen de tiempo
Cada vez que llego a este punto me atranco. Me pongo nervioso y necesito muchos intentos. Solo una vez lo hice a la primera. Esta última vez necesité hasta 10 intentos.
Aunque God of War sea un juego de acción se agradecen estos momentos de inteligencia y habilidad que dan variedad y matices exquisitos al desarrollo
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