martes, 19 de enero de 2021

Cumpleaños y videojuegos: repasando mis mejores regalos

Hoy 19 de enero es un día especial, ya que un servidor cumple años. Han caído 33. La edad de Cristo. La tercera cifra doble por la que atravieso en mi vida. Aunque el panorama no está para muchas fiestas (las cifras de muertos y contagios por el COVID19 no paran de crecer de forma alarmante, y además, en mi ciudad han decretado el cierre perimetral), me gustaría poder celebrar con vosotros este día.

Y la mejor manera es abriendo una entrada para vosotros, mis queridos lectores. Para un apasionado del videojuego, cuando llegaba una fecha tan señalada como es el cumpleaños, un gusanillo recorría todo mi cuerpo, y la ilusión me invadía, haciendo que mis ojos tuvieran un brillo especial ese día. El porcentaje de probabilidad de que entre los regalos hubiera algo relacionado con el mundo gamer era bastante elevado jejejje. 

                                            

Y en mi caso, en un corto espacio de tiempo (menos de un mes), se me acumulaban los obsequios de la Navidad y el cumpleaños. Apenas se había acabado la resaca de los Reyes, y ya estaba enredado en el 19 de enero. Qué suerte cumplir años en el primer mes, me decían en el colegio. Además de ser el mayor de la clase, se te juntan los regalos.

¿Queréis saber cuáles fueron los regalos más importantes relacionados con los videojuegos que me han hecho en este día tan especial? Vamos a recordarlos en un emotivo viaje por la historia de mi vida. 

Empezamos en el año 94. Hasta ese momento había sido poseedor de dos consolas clónicas: una falsa Atari 2600, y una falsa NES. Ambas con el típico cartucho pirata que todos conocemos de tropecientos mil títulos incorporados. No obstante, también admitían juegos originales. 

Todavía recuerdo la tabarra que le daba a mi primo día sí y día también para que me prestara sus cartuchos. Acabaría hasta las narices de mí jejejjee. Él sí poseía una Nintendo original. Así que era mi mejor contacto para jugar a grandes joyas como Gauntlet II, Batman: Return of the Joker, Castlevania o WWF Wrestling Challenge. 

Yo me sentía importante metiendo sus juegos originales en mi vieja clónica. Ese mismo sentimiento de orgullo volvió a recorrer mi cuerpo cuando me regalaron el Super Mario Bros 3. Lo recuerdo como si fuera ayer. Estábamos de comida en casa de unos amigos de mis padres. Esta gente, además, tenían en el salón un viejo MSX, al cual siempre jugaba para matar el rato. 

Ese día era mi cumpleaños. Y yo, un niño muy inquieto y curioso que no podía quedarse sentado en la silla. Empecé a abrir los cajones, y me encontré con esta joya:

La imagen de Mario mapache volando se me quedó grabada. Exclamé con todas mis fuerzas: Ostias!!!! Cómo mola!!!!!!! Y no paré toda la tarde de abrir y cerrar el cajón, solo para mirar esa portada tan hechizante. 

Recuerdo que el amigo de mi padre me dijo: Cómo te gusta Mario!!!!!!!! Y yo dije: Pues claro!!!!! Y él me dijo: pues si te gusta llévatelo. Y es tu regalo de cumpleaños. Realmente fue una cosa improvisada sobre la marcha. El regalo de cumpleaños que habían previsto no era ese, pero como el hombre me vio tan entusiasmado me lo dio. Ellos habían tenido una NES en casa, pero tuvieron la mala suerte de que se les rompió. La tuvieron que tirar. Y en ese cajón quedó el único juego que tenían: el Super Mario Bros 3. Y para tenerlo ahí muerto de risa, prefirieron que me lo llevara. Y la diversión entró a mi casa.

Vamos al año 97. Yo tenía 9 años. En las Navidades del 96 los Reyes me trajeron una Super Nintendo con el pack de Super Mario Bros All Stars + Super Mario World. Así que mi cumpleaños fue la ocasión perfecta para poder estrenar un nuevo juego para mi flamante consola. Y me regalaron el Olympic Summer Games, el videojuego oficial de Atlanta 96.

Yo no era muy de deportes, pero también me encantaba que mi padre jugara conmigo a la consola. Al ser hijo único y no tener amigos jamás pude disfrutar del mundo gamer con nadie, así que cada vez que mi progenitor cogía un mando, la felicidad invadía mi alma. 

Eso sí...mi padre tenía sus manías. Y a él solo le gustaban los juegos deportivos: futbol, baloncesto, golf, tenis...Recuerdo que la semana antes del cumple me dijo: si quieres que juegue contigo, te tengo que comprar un título de deportes. 

Tenía dos opciones: o un género que me gustara y jugar solo, o un género que me entusiasmara menos pero al que mi padre pudiera echar mano. Opté por lo segundo. El calor humano vale más que cualquier otra cosa. Le dejé el honor de que él eligiera el juego por mí. Y él como vio que en un examen teórico de Educación Física sobre atletismo saqué un 10, decidió decantarse por esta competición. 

Y solo por el hecho de echar unas partidas con él mereció la pena este regalo. Yo era muy malo, ya que pruebas como el disco, la jabalina, el triple salto o los 110 metros vallas requerían combinar hasta 2-3 botones del mando de la Super Nintendo o dejarse la piel pulsando R-L. Una locura. Eso sí...la banda sonora era una delicia. 

Enlace del video: https://www.youtube.com/watch?v=UOcWyrd02bU

Y nos vamos al año 98. Esta vez sí me dejaron elegir, y me decanté por dos clasicazos que me costaron entre los dos menos de 5000 pesetas: el Super Mario Kart, y el primer Donkey Kong Country. Los dos se convirtieron en mi ojito derecho, y hasta la llegada de la Nintendo 64 en las navidades de ese año, fueron la fuente de mi diversión. Adictivos a más no poder. Las mejores horas de mi infancia las he pasado con estos dos títulos.

                                           

A modo de curiosidad, ese año mi abuela me regaló 3000 pesetas. Y el dinero me daba para un tercer juego al que tenía echado el ojo desde hacía tiempo: Super Mario World 2: Yoshi's Island. Lo que pasa es que mi madre me cortó las alas (con buen criterio) y me dijo que tres juegos eran mucho para un niño y que destinara ese dinero para otra cosa. Al final, me compré un diccionario de inglés que me hacía falta para el cole, junto a un estuche de pinturas y rotuladores para las clases de plástica. 

                                           

En el año 99, con una Nintendo 64 en el bolsillo mi cumpleaños pintaba la mar de interesante. Con el Super Mario 64 ya en mis manos desde Nochebuena, pedí a mis padres que me regalaran el Goldeneye. 

Realmente lo hice por una cosa. En mi clase había un compañero que siempre hablaba de este juego. Y él sabía que yo tenía esta consola. Era el único del grupo poseedor de la 64 bits de Nintendo. Y siempre comentaba en los recreos que el título de James Bond era la releche. Y a mí me decía que si me lo compraba, un día vendría a jugar conmigo a casa. 

                                                  

Y yo, sediento de amistades y cariño, por supuesto que acepté. Y no me arrepiento de la compra. Era puro vicio. Me encantaba deambular horas y horas por los escenarios, explotando la maquinaria de Facility, Bunker o Silo. Las tardes se pasaban en un suspiro. 

Al final, el chico vino un día a casa y nunca más volvió, pero yo me lo pasé pipa y me empecé a aficionar a los shooter en primera persona. 

Al año siguiente, el regalo de mi cumple fue el primer Mario Party. Recuerdo que en el videoclub me lo alquilé varios fines de semana. Fue mi primera experiencia en un Party Game. Me sentía como si fuera un concursante de un programa de televisión. Me encantaba tirar dados, me emocionaba cuando caía en una determinada casilla, me piqué con los minijuegos, tarareaba la música del tablero de la isla Tropical y me dormía viendo jugar a la CPU jejjeje

El 19 de enero del 2001 entraron en mi colección de Nintendo 64 los dos últimos juegos, y los dos eran de rol, aunque en diferentes registros: Zelda Ocarina of Time, y Paper Mario. La cantidad de horas que habré gastado en estos títulos. El RPG de Mario lo llegué a pasar como 10 veces, y nunca me cansaba. Y de Link, sobran las palabras: recorrer las campiñas de Hyrule, tanto de día como de noche, fue una de mis aficiones favoritas de aquel año. 

                                        


Mi 14º y 15º cumpleaños los pasé en compañía de mi PSOne. En el primer caso, mi regalo fue el Gran Turismo 2. Y en el segundo, Driver 2. Mis dos únicos juegos originales de la gris de Sony. Eso sí: los dos de una calidad impresionante. Todavía recuerdo lo que sudé para perseguir al helicóptero en la última misión de Tanner, y la cantidad de dinero (ficticio) que ahorré, peseta a peseta, hasta poder ponerme al volante del Escudo Pikes Peak



Llegamos al 19 de enero de 2003, con la Play Station 2 echando humo. Ese día mi abuela me regaló el primer Kingdom Hearts. Ella no entendía ni papa de videojuegos y lo compró fiándose de su propia intuición. Y mira si acertó jejjeje. Dijo al de la tienda: "quiero uno de esos juegos para el cacharro ese que tiene mi nieto". Le gustó la portada. Y se lo quedó. Y yo disfruté como un enano con esa fusión del carisma de los personajes Disney con el talento de Square para hacer juegos de rol. 


En 2004 mis padres me regalaron el State of Emergency, junto al Soul Calibur 2.En realidad, lo previsto era el juego de lucha de Namco. Lo que pasa es que mis padres sabían que el State of Emergency era un juego que había alquilado muchas veces. Era puro vicio, sobre todo el modo Caos. Al comprar el Soul Calibur 2, vieron en la tienda que el State of Emergency había bajado de precio (15 euros) y me lo metieron también en el lote. Y yo super encantado jejjejejee. Me gusta ser revolucionario, y en el título de Rockstar podía serlo



En 2005 mi regalo de cumpleaños estuvo enfocado hacia algo más académico. Estaba cursando 1º de Bachillerato y ese año me hacían falta un montón de libros: Historia de dos ciudades de Dickens, El Quijote de Cervantes, el Lazarillo de Tormes. También me regalaron un chándal para Educación Física. Recuerdo que me sobraron 20 euros, que me valió para adquirir el GTA III que había bajado de precio. Rebañando el parné ahí como podía jejejjee


Y terminamos en el 19 de enero de 2006. Ese año mis padres me compraron el Jak 3. Fue una sorpresa grandísima. Yo tenía el 1 y el 2. Mis padres lo vieron en la tienda unos días antes, y dijeron: ya tenemos regalo para Angelito jejjeje. Y pude completar la trilogía. 


Y como os conté en una ocasión, con la llegada del ordenador en el verano del 2006, mi atención se centró en el mundo retro y la emulación. Dejé de lado la actualidad videojueguil, y los regalos de cumpleaños se orientaron hacia cosas más "culturales" jejjejee. Un estudiante de Filología Hispánica siempre necesita libros. Cada año me enfrentaba a 20/25 lecturas, así que tanto las Navidades como los cumpleaños se destinaron a satisfacer mi pasión bibliófila. 

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