Bienvenidos a la decimosexta entrega de Pereza Máxima, la sección del blog en la que repasaremos las estampas más denigrantes, casposas, aparatosas, apáticas, absurdas, ridículas y engorrosas de la historia de los videojuegos. Y como es costumbre, lo haremos con humor y cariño. Aquí jamás nos enfadamos. En este espacio nos reímos y sacamos la mejor de nuestras sonrisas ante las cosas que menos nos gustan de nuestros títulos favoritos.
Como principal novedad daremos el salto a la modernidad. Uno de los momentos elegidos pertenece a una consola posterior a la Play 2. Sin perder la esencia de este rinconcito, la vanguardia no está reñida con la tradición.
Esta tarde os traigo tres nuevos cachitos. Espero que os gusten
NOCHES DE TERROR EN GEARS OF WAR
El segundo acto de la obra maestra de Epic Games trae consigo a uno de los enemigos más tocajones que existen: los kryl
Son unas criaturas en forma de murciélago. Durante el día permanecen escondidos en sus madrigueras subterráneas de La Hondonada. Por la noche, al acabar el crepúsculo, salen al exterior, dispuestos a devorar a sus presas. Son carnívoros. Les encanta la carne humana. Así que nuestro protagonista, el gran Marcus Felix, estará en el punto de mira
Estos depredadores actúan siempre en manada. En principio, los veremos sobrevolando el cielo de la ciudad, formando nubes o tormentas de kryl. Aunque parezca que están alejados de la superficie, no los subestiméis. Gracias a sus alas, descenderán a la altura del suelo y nos harán picadillo, pieza por pieza, haciéndonos perder toda la vida de golpe. La escena es muy gore, ya que nuestro héroe se desangrará. No quedarán ni los huesos.
El peligro acecha en las zonas exteriores, especialmente en las calles de la ciudad. Si queréis un lugar seguro, poned vuestra cabeza bajo un techo. El interior de los edificios es el sitio más seguro para no ser atacado. No sabéis el gusto que me daba cuando entraba a una casa jejjeje
¿Cuál es el problema? Que en muchos segmentos nos veremos obligados a desplazarnos de un punto a otro de la urbe, atravesando vías y callejones enteros, exponiéndonos a los kryl. En cualquier momento pueden aparecer y.....pummmmmmmmmmmmmmmm!!!!!!!!!!!!!!! Game over!!!!!!!
El punto positivo es que siempre caerán sobre los mismos lugares, así que tras varias partidas sabremos en qué puntos debemos estar alerta y prepararnos. Un paso en falso y seremos carne de cañón. La primera vez que jugué iba ACOJONADO, dando pasos a cuentagotas, por el miedo a que los bichos me aparecieran. Lo pasé realmente mal. No sabes por dónde te van a aparecer. Apenas avanzas. Sientes nervios. Gears of war se convierte, por momentos, en un título de terror.
El susto que me llevaba cada vez que los murciélagos descendían con esos dos enormes ojos brillantes amarillentos clavados en mí, era apoteósico.
No sabéis la pereza que me daba tener que empezar desde el último punto de control y repetir tramos que resultaban engorrosos.
Todo enemigo jodido tiene su punto débil. Y el caso de los kryl no es una excepción. Las criaturas son sensibles a la luz. No soportan la iluminación. Sienten dolor, quedan ciegos y estallan en llamas. Por eso nunca actúan de día.
Menos mal que por las calles encontramos bombonas de butano. Si las explotamos se creará un halo de luz a nuestro alrededor que repelerá a los bichos. Esto significa que la zona es segura. Podremos andar tranquilamente sin miedo a ser atacados. Un pequeño respiro.
Lo normal es que en las inmediaciones de una bombona de butano se encuentre un punto de muerte. Hay que estar al loro. A veces las bombonas están muy bien escondidas, camufladas por la oscuridad y los escombros. Las veremos en rincones sombríos, detrás de los automóviles o en el interior de cajas.
LA REVOLUCIÓN DE BOWSER
Caer en una casilla con el dibujo del rey Koopa en cualquiera de los capítulos de Mario Party no es plato de buen gusto. Lo normal es que el concursante que pase por este evento, salga escaldado de ahí, maldiciendo lo habido y por haber y sin ganas de repetir la experiencia.
Desde dar un número determinado de monedas a Bowser como castigo, hasta retroceder en el tablero o sacar un número bajo en el dado son solo algunas de las penalizaciones que trae consigo esta casilla. A veces, la "condena" salpicará al resto de participantes, así que nadie está seguro. Un evento de Bowser siempre trae pena y miseria al grupo jejjejee.
Hoy os voy a hablar de un clásico: la revolución de Bowser. No es mi intención polemizar en cuestiones políticas, pero uno de los tópicos de la ideología comunista es el llamado reparto de la riqueza. Los defensores de esta doctrina afirman que el mundo no es propiedad de nadie y que todos los recursos han de repartirse por igual, para que no haya ricos ni pobres.
El comunismo ha invadido Mario Party. Y como sucede en la vida real, habrá gente que aplauda y le parezca cojonudo, y habrá otros que se echen las manos a la cabeza. Los jugadores que en ese momento tengan más monedas, echarán pestes sobre Marx, Engels, Lenin y otros individuos del montón. Los que hayan acumulado poco dinero en la partida, aplaudirán como si no hubiera un mañana.
La revolución de Bowser no es más que requisar las monedas de todos los jugadores y repartirlas a partes iguales de modo que los cuatro participantes queden con el mismo número de monedas. Que no haya nadie por encima ni por debajo.
Este evento no solo me sirvió para conocer un poquito mejor la política, sino también las matemáticas. El número final de monedas es la media aritmética de las monedas que hasta ese momento llevaban los concursantes. Por aquellos años yo estudiaba el tema de la estadística en 6º de Primaria. La revolución de Bowser me vino de maravilla para entender lo que era un promedio
Si Mario tenía 200 monedas, Luigi 100, Peach 50 y Yoshi 10, todo el mundo quedaría con 90 coins. Solo había que sumar el dinero y dividirlo entre cuatro:
200 + 100 + 50 + 10= 360
360/4=90
Los jugadores como yo que nos inflábamos a ganar monedas en los minijuegos, tuvimos que sufrir en nuestras propias carnes el efecto del comunismo y la media aritmética jejejeje.
MACETAZO EN URBAN CHAMPION
El mítico juego de peleas callejeras de Nintendo (1986) nos obligaba no solo a esquivar los ataques de nuestro rival (ya fuera golpe ligero o puñetazo fuerte), sino también a vigilar el decorado urbano.
Las peleas tienen lugar en una calle con edificios (bloques de vivienda, bares, barberías, tiendas...). El objetivo de cada combate es empujar al otro jugador a la acera de la manzana siguiente. El último sector acaba en una alcantarilla. A base de golpes, debemos arrojar a nuestro rival al interior de esta.
De vez en cuando las ventanas de las casas se abrirán y se asomarán los vecinos muy enfadados por el alboroto que se está montando delante de sus viviendas: dos niñatos peleándose a vida o muerte, a plena luz del día, al pie de sus moradas. Las caras de enfado de la gente con los rostros fruncidos eran más que evidente.
¿Y cuál era la reacción de los habitantes de esta ciudad? Lanzarnos una maceta desde la ventana. Pobre del luchador al que le caiga encima!!!!!!!!!!!!!! Este macetazo podía llegar a dar un vuelco (a veces para mal) al combate. Hay que tener en cuenta que cada golpe del rival nos quita UN punto de resistencia. Si nos cae en la cabeza la planta, nos restarán CINCO puntazos de golpe. Esto podía ser determinante para decantar el asalto hacia un lado o hacia otro.
La cantidad de peleas que habré perdido por culpa de un inoportuno macetazo. Me daba mucho coraje fallar por un componente ajeno a los combos. Haber dado 3-4 puñetazos seguidos al otro jugador y que de pronto la vieja del visillo nos quite 5 puntos con su maceta de M, y nos quedemos con menos vida que el rival después del esfuerzo que me costaba propinarle golpes. Cómo lo odiaba!!!!!!!!!
Recuerdo soltar de niño algún taco contra esta pobre gente de las ventanas jejejej. Además, el macetazo me desconcentraba y a partir de ahí entraba en barrena, me desmotivaba y la mayoría de veces perdía.
Los vecinos de Urban Champion y los tipos que se asoman a las ventanas y nos tiran jarrones a nuestro paso en Tuareg (Amstrad) son los responsables de los dos "me cago en la leche" que más rotundos han salido de mi boca.
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