No hay duda de que las ruinas Omega de Final Fantasy X es el escenario perfecto para entrenar a nuestro equipo, y por ende, subir niveles como la espuma de cara al combate final contra Sinh y el resto de jefes opcionales, entre ellos los temidos eones oscuros.
Cuando nos hacíamos con el control de la nave albhed allá por el último tercio del juego, teníamos total y absoluta libertad para movernos por toda Spira, incluyendo aquellos lugares secretos a los que no se podía acceder durante el peregrinaje oficial. Uno de estos sitios son las famosas ruinas Omega, una oscura y laberíntica cueva, llena de caminos, corredores e intersecciones en los que se hacía muy difícil la orientación, y a la vez estaba custodiada por los enemigos más fuertes y poderosos de la aventura (y también, los tesoros más jugosos...todo hay que decirlo).
Muchos jugadores usaban esta localización como campo base para que el nivel de los personajes, y por tanto, los parámetros de fuerza, puntería, defensa física y mágica, suerte o ataque llegaran a su máximo. Era la oportunidad para poner al día en el tablero de esferas a los miembros del equipo más rezagados.
Seguramente, a estas alturas de la aventura, casi todos los héroes habrán acabado su parcela del tablero que les corresponde, y estarán invadiendo las rutas de otros personajes, e incluso rellenando los huecos vacíos
Uno de las cosas que más coraje me daba durante estos entrenamientos en las ruinas Omega era darme de bruces con un Gran Molbol. No había cosa que más me jodiera. El peor enemigo de todos
Por culpa de este bichejo, muchas horas de esfuerzo, entrenamiento y trabajo se fueron a la basura. En teoría, los monstruos se generaban de forma aleatoria a la hora de empezar un combate. Por tanto, estábamos expuestos a que el Gran Molbol nos apareciera en el momento menos esperado, y si no teníamos el equipamiento adecuado, solo nos quedaba esperar la agonía y muerte del equipo. El desenlace trágico era irremediable e inminente.
Aunque el Gran Molbol no es el enemigo con más puntos de salud, sí es el que provoca el ataque más letal. Siempre empieza el combate y toma la iniciativa. Y su habilidad más temida es el aliento fétido, el cual provoca casi todos los estados alterados a la vez, en todos los luchadores (veneno, confusión, locura, ceguera...)
Esto nos hacía perder, de forma dramática, el control de todos y cada uno de los personajes, los cuales empezaban a atacarse entre si (Tidus a Yuna, Yuna a Wakka, Wakka a Tidus...), y a actuar sin ton ni son: perdían un porcentaje de vida en cada turno por el envenenamiento, se quedaban quietos, no atinaban a la hora de apuntar al Molbol...
No había posibilidad de escapar de la batalla, ni cambiar de personajes ni curar los estados alterados. En unos segundos nuestros héroes caerían muertos, por mucha vida que tuvieran y sin forma de remediarlo.
Esto suponía el fin de la partida, y por tanto, volver a empezar desde el último punto de guardado. Y en las ruinas Omega había un solo lugar para salvar la partida: al inicio de la cueva.
Ser derrotados por el Gran Molbol significaba también perder un montón de horas de entrenamiento, y por consiguiente, todas las habilidades y parámetros que habíamos potenciado en el tablero desde el último guardado de partida.
La frustración e impotencia que yo sentía en estos momentos no se pueden explicar. La de veces que me pasaba, y la de veces que caía en el mismo error y lo repetía una y otra vez. En ocasiones, de forma inconsciente.
Para afrontar la batalla del Gran Molbol con éxito, alguno de nuestros personajes debe llevar equipado el artilugio Cinta, el cual impide a nuestro héroe caer en estados alterados. Con eso, y un poco de suerte, sería suficiente para derrotar al bicho. Lo que pasa es que muchas veces, el individuo que tenía Cinta, estaba en el banquillo de reserva. Lo habíamos quitado en el combate anterior, y por despiste, se nos olvidaba ponerlo en primera línea para la batalla siguiente. Entonces, llegaba Molbol y no teníamos tiempo para sacar de la reserva al que llevaba Cinta.
Equipaos con Cinta antes de que empiece el siguiente combate!!!!!!!! |
Al final, a base de palos aprendí la lección. Lo más práctico fue no adentrarme mucho en las ruinas Omega cada vez que iba de entrenamiento (permanecía cerca del punto de salvado, para guardar partida cada 2-3 combates). La otra solución fue, después de cada combate, asegurarme de que el personaje Cinta volviera a estar en primera línea por si en la siguiente batalla aparecía el Gran Molbol.
Cada vez que terminaba un combate en las ruinas, volvía a colocar al personaje con Cinta en primera posición por si las moscas. Era lo primero que hacía. De todas formas, tampoco era tan imprescindible la Cinta. Con tener un artilugio contra la confusión (que era la que te hacía perder el control del héroe) era suficiente. Con veneno o ceguera, aunque fueran estados malignos, podías seguir controlando al personaje y curarlo, pero con confusión, perdías el mando y la muerte era inminente.
La de amarguras, tormentos, contratiempos y horas perdidas que ha provocado este monstruito. Para mí, de lo peorcito de Final Fantasy X. Además, feo: esos tentáculos moviéndose todo el rato, esa docena de ojos colgando, la enorme boca, los dientes...qué repelús!!!!!!!!!!!!
En las ruinas omega si que podías entrar antes de tener la nave voladora albhed.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu apreciación. Tened en cuenta que yo hago este blog basándome solo en mis recuerdos como jugador, y de vez en cuando, es normal que haya alguna imprecisión de ese tipo. Aunque ese detalle no afecta al contenido (lo importante aquí es el Gran Mobol y el tormento que nos dio mientras explorábamos las ruinas), me alegra ver que hay lectores que están al loro de lo que escribo. Por eso, muchas gracias por tu matización.
ResponderEliminarLo que está claro es que las ruinas Omega son para explorarlas al final del juego, y sirven para potenciar a los personajes a los niveles más altos. Y como no tengamos un poco de cuidado, el gran Molbol nos puede hacer perder muchas horas de trabajo.