lunes, 8 de enero de 2024

Reflexiones y evocaciones de mi finde videojueguil: machismo y botas de río


Empezamos semana (y año) con un post dedicado a divagar sobre las intensas jornadas gamers vividas el pasado sábado y domingo con mi Xbox One

Y como es habitual en Cachitos, no puedo evitar aportar mi sello personal, y caer en mi originalidad, esa originalidad que me autogenera tantos odios, pasiones, dilemas y conflictos mentales. Al final, he reducido mi finde a dos estampas, que para la mayoría de mortales habrán pasado desapercibidas y seguramente les parezca la enésima frikada de turno. Sin embargo para mí, merecen ser elevadas al Olimpo, hasta el punto de tener su propia entrada en el blog. 


No hay duda de que el feminismo está de moda. Para bien o para mal, el tema de las relaciones de género divide a la sociedad, y genera muchísimo debate y controversia en el día a día: presentadoras despedidas por su excesivo fervor al defender sus ideas, besos televisados sin consentimiento, noticias en el periódico sobre agresiones y asesinatos, políticos que añaden sufijos femeninos a todas las palabras, profesores que incorporan a sus programaciones valores de igualdad entre niños y niñas...


Hoy en día a todo se le saca punta, y cualquier cosa puede ser sometida a juicio moral. Eventos que hace quince años pasaban desapercibidos (todavía recuerdo el mítico sketch de Martes y Trece emitido en aquellas navidades de 1990 titulado Mi marido me pega y que provocó la risa y diversión de los espectadores) hoy generarían escándalo y echadas de mano a la cabeza. 



El sábado pasado, jugando a la versión remasterizada de Duck Tales (el exitoso plataformas de Capcom de 1989 para NES, basado en la conocida serie del Tío Gilito) vi una escena que no dejaría indiferente a los defensores de las políticas feministas. Si el título llega a salir hoy en día, alguno tendría que pedir perdón. 
En este videojuego el protagonista viaja por varios lugares del mundo (Amazonas, África, Transilvania, La Luna...) en busca de tesoros para convertirse en el pato más rico del planeta. 


Al inicio del episodio del Himalaya asistimos a una escena entre Tío Gilito y sus sobrinos (Jorgito, Jaimito y Juanito). Nuestro héroe se dispone a viajar a la cordillera más alta de La Tierra con el fin agenciarse la corona de Gengis Kan. 

En ese momento aparece Rosita Vanderquack, la nieta de Bentina Beakley, la ama de llaves de la casa de Gilito, el cual la trata como una sobrina más. La chiquilla muestra su entusiasmo por acompañar al Tío y viajar al Himalaya para ver a las marmotas. Sin embargo el protagonista se mantiene firme en su decisión: la niña no puede ir. Su misión es quedarse en el hogar al cuidado de los sobrinos, es decir, debe hacer de niñera y ama de casa, para mantener el orden en la morada. 


El juego salió a la venta hace treinta y cuatro años, época en la que los roles de género estaban bastante definidos. Lo normal era que el hombre trabajara fuera (en el caso de la epopeya, la figura masculina es la que sale de aventura) mientras que la mujer se queda en casa a sus labores (en el contexto gamer, es el personaje femenino el que tiene que cuidar el hogar). Esto era lo habitual. El videojuego no era más que un reflejo de la realidad social del momento. 

De hecho, Rosita no se lo toma a mal. Ella acepta con dignidad su papel de cuidadora de niños. Hasta reacciona con cierta simpatía elogiando la ocurrencia del protagonista: Uy, qué listo eres. La nieta de Bentina no pone el grito en el cielo al ser rechazada por Gilito. Es más, lo ve bien. Luego veremos que hace lo que le da la gana, desobedece, y se camufla en el avión sin que la vean para irse con el Tío. 


Hoy en día una estampa como esta no sería bien recibida por algunos sectores de la sociedad: ¿Por qué la mujer no puede ejercer las labores del hombre? ¿Por qué Rosita no puede acompañar a Tío Gilito en esa hazaña? ¿Acaso es menos que él? (partimos de la base de que estamos en el contexto de un videojuego de fantasía, y los personajes tienen poderes para hacer frente a peligros independientemente de factores como el sexo, la raza o la edad). 

La frase del protagonista, lapidaria y sentenciosa (aunque acorde a la década de los ochenta), sería vista como una muestra de machismo y sexismo en 2024: Lo que menos necesita esta expedición es una chiquilla de por medio. Gilito cree que la presencia de Rosita solo le daría problemas y complicaciones, ya que no está capacitada para ir a encontrar tesoros por ahí. 


Imaginad cuál sería la reacción de la gente: ¿Quién se cree que es este Pato para tratar así a una chica?  ¿Cómo puede infravalorar y rebajar a una mujer? ¿No se da cuenta de que Rosita también podría estar en esa aventura y hacerlo igual o incluso mejor? Algunos hablarían de denigración femenina y habría asociaciones pidiendo que la escena se enfocara de otra manera. A lo mejor exagero e hiperbolizo, pero un contenido así sería muy jugoso hoy en día. Hace unos años estas cosas no nos llamaban la atención, ya que esta era la concepción patriarcal de la familia. Actualmente, la sensibilidad social ha hecho que una inocente viñeta de Duck Tales tenga una lectura tan trascendente. 


Finalmente, Rosita se esconde en el motor del avión para cumplir su deseo de viajar al Himalaya. Como es lógico, la pillan in fraganti cuando van a revisar una avería en el vehículo. La reacción del Tío Gilito, desde la óptica del feminismo, sería vista como un prototipo de chovinismo de género. 


Os lo explico: en cuanto el héroe ve a la chica, aparte de mostrar apatía y hartazgo (Lo que faltaba!!!!!!) enseguida adopta el rol de protector. Él mismo se coloca en una posición de superioridad. Su deber es proteger a la figura femenina, débil e indefensa. Implícitamente, la sitúa en un escalón inferior. La ve no solo como un elemento que no aporta nada a la expedición, sino como una molestia u obstáculo al que hay que dedicar atención y puede dificultar la consecución del objetivo. Gilito se lo reprocha: Ahora tengo que cuidar de ti...

Los defensores de las políticas de género harían una interpretación de esta escena como ejemplo de minusvaloración o subestimación a la mujer. 


Rosita abre un diálogo con Gilito buscando autoconvencerse de que esa pintura no es la real: No serás como los chicos ¿Verdad? Tú no crees que soy una carga inútil ¿Verdad? La respuesta del héroe es el cambio de tema. No contesta a la pregunta y ordena continuar el viaje. 

¿Qué lectura se haría desde el feminismo? Yo la resumo: todos somos conscientes de la discriminación que sufre la mujer y mucha gente calla, permanece en silencio y hace como si nada pasara. Es un tema incómodo. Por eso Tío Gilito termina la conversación ahí. 


Cambiamos de tercio. El domingo probé Hokko Life, un juego de simulación social que guarda muchas similitudes con el genial Animal Crossing de Nintendo. Controlamos a una niña que llega nueva a un poblado campestre. Allí conocerá a los vecinos. ¿Su objetivo? Hacer que la gente se instale en ese lugar con el fin de llenar el municipio de casas y residentes. 


La protagonista deberá desempeñar labores de todo tipo: pesca, agricultura, minería, decoración, caza, construcción de casas, diseño de mobiliario, etc....

Una de las actividades más laboriosas (que no difícil) es la captura de peces con caña y anzuelo. En las zonas de agua de la isla (ríos, estanques, playas....) debemos pescar diferentes tipos de especies. Estas varían con la estación del año y el tipo de cebo. Hay que participar en torneos los días 17 de cada mes, superar retos que nos proponga el pescador y recopilar todas las clases de peces. 


Si tenemos suerte, mientras pescamos, podemos obtener cofres de tesoro y recursos que nos vendrán de perlas para la aventura (arcilla, arena, piedras, bolsas de dinero....). Sin embargo, también hay objetos feos e inútiles que no sirven para nada. El peor ítem posible es una vieja bota de río. ¿Para qué quiere la protagonista algo tan sucio? En realidad, esta bota sirve para dos cosas: conseguir un logro y activar el transportador al pantano (si pescamos cinco).


La aparición de esta vieja bota de río en Hokko Life me provocó mucha nostalgia, ya que me permitió recordar uno de mis programas de televisión favoritos: Un, Dos, Tres Responda Otra vez. 

La mascota oficial del programa fue la calabaza Ruperta. Además de cantar la sintonía del programa (en las etapas de Kiko Ledgard y Jordi Estadella), representaba el peor premio posible. Si aparecía al final de la subasta los concursantes no ganaban nada. Se iban a casa con las manos vacías. 



Durante el periodo de Mayra Gómez Kemp como presentadora (1982-1988) Ruperta fue sustituida por otras mascotas como el Chollo y el Antichollo y El Boom y el Crack. Durante 44 programas de la etapa número tres (1983-1984) la mascota fue una bota de río llamada Botilde. 

Era de color lila y lucía unas gafas de anciana muy chulas. Su presencia aterrorizaba a los concursantes, ya que suponía no llevarse nada. Lo mismo que la bota de Hokko Life: no sirve para nada. Si estamos en un desafío o en un torneo, nos retrasará para cumplir con los tiempos, ya que no sumaremos ningún pez al marcador, y habremos perdido unos minutos preciosos en pescar una bota. 


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