miércoles, 7 de diciembre de 2022

Recuerdos del videoclub: 1994-1998

Desde que me metí de lleno en la nueva generación de consolas en abril del año pasado, el jueves se ha convertido en mi día favorito de la semana. ¿El motivo? Los Free Days Play

Explico brevemente en qué consiste este evento, para aquellos que no sepan lo que es. Algunos fines de semana al mes, los usuarios de Game Pass Ultimate y Live Gold tienen el privilegio de probar de forma gratuita tres videojuegos que Microsoft pone a disposición de sus jugadores. 

Desde el jueves por la tarde que empieza la promoción, hasta el lunes a las 22:00 accederemos sin coste alguno a los títulos ofertados. Solo hay que descargarlos e instalarlos en la consola. A no ser que sean juegos de muchos gigas, lo normal es que en la madrugada del viernes ya podamos hincarles el diente, aunque si ocupan poco espacio, los tendremos unas horas antes.

Disponemos de cuatro días completos para disfrutar de tres productos íntegros. Hasta la noche del lunes tenemos total y absoluta libertad para jugar. A partir de este momento cierran el chiringuito. 

Si queremos seguir la partida, hay que pasar por caja y comprar el videojuego (a un precio más bajo). A veces, por querer completar el título y ver el final, el lunes por la tarde toca sufrir de lo lindo, yendo a contrarreloj, con el tiempo pegado al culo, en una lucha frenética contra el dios Cronos: ¿Lo completaré antes de que chapen el evento? jejjejee

Los logros que consigamos quedan registrados y se suman a nuestra cuenta. También se conservan las puntuaciones, récords, marcas personales o partidas guardadas por si algún día adquirimos el juego.

La triada de cada finde incluye títulos de diferentes años, géneros, y compañías, con el fin de ofrecer a los usuarios un repertorio variado. El problema viene cuando nos gustan los tres juegos. Hay tan poco tiempo que resulta imposible pasarse todos y dominarlos con profundidad. Qué rabia!!!!!!!!!!!!!

Cada vez que empiezan los Free Days Play no puedo evitar acordarme de mis visitas al videoclub los fines de semana, en mi época de niño y adolescente. Los días de juego gratuito es como alquilarse tres videojuegos, lo mismo que hacía en mi niñez y juventud. ¿Cuáles son las diferencias? 

1. No pagamos un duro. Se trata de un servicio gratuito y adicional de Game Pass

2. No podemos elegir los títulos. Estos son impuestos por Microsoft. Si nos gustan, perfecto. Si no, ajos y agua!!!!!!!!!!!

3. Todo se hace en formato digital: nada de estanterías, DVDs, carnets de socio, dependientes...

La primera vez que pisé un videoclub fue a los 6 años. En aquel momento era poseedor de una clónica de la NES con el típico cartucho 100 en 1. La falsa consola admitía juegos originales. Un amigo de mi padre me regaló el Super Mario Bros 3. Era el único título original que tenía. Al final, me cansaba de estar siempre con los mismos videojuegos: Battle City, Pac-Man, Tetris, Zippy Race, Islander, Contra, Sky Destroyer...

En la casa de al lado vivía mi primo. Todos los días le daba la murga para que me prestara sus juegos: WWF Wrestlemania Challenge, Gauntlet II, Castlevania, Batman Return of the Joker, Soccer, Kick Off. Me gustaban más que los míos jejjeje. El pobre acabó hasta las narices de un mocoso como yo, que no paraba de pedir insistentemente una y otra vez que le dejara los cartuchos, con el consiguiente riesgo: a ver si se le cae y se le rompe, que no lo manche de chocolate, que me lo traiga sano y salvo..

Muchas veces, me tenía que llamar para que se los devolviera, ya que se pasaban las semanas con sus videojuegos en mi casa. Y yo decía: ¿Tan pronto? ¿Ya te los tengo que dar? Jolines!!!!!!!!!!!!!!!!

A mi padre también le calentaba la cabeza con el temita: es que son los mismos juegos, cómprame uno nuevo, me aburro...

Al final, mi primo tuvo la feliz idea: ¿Por qué no te haces socio de un videoclub y así alquilas todos los juegos que te dé la gana (y de paso, dejas de dar la tabarra)? Convenció a mi padre para que lo hiciera (apunta a tu hijo, se va a divertir, por poco dinero puede disfrutar de un videojuego durante 2 días, así no hace falta que le compres nuevos títulos, es más rentable....).

Mi progenitor accedió. Y esa misma tarde me llevaron al establecimiento. Videoclub Metro se llamaba. Uno de los pocos templos gamers de mi ciudad: Ciudad Real. A mediados de los noventa se encontraba enfrente del conocido hotel Almanzor, en la ronda de Alarcos. 

Unos años después abrieron una segunda tienda, situada en el centro de la capital, en la calle Calatrava. A mí me pillaba a cinco minutos de casa. Aunque los dos locales convivieron durante más de diez años, yo prefería el primero, ya que el número de juegos disponibles era mayor. El segundo comercio era un negocio de barrio, muy pequeñito, con una sola dependienta y poquitos títulos. Mis padres, con el fin de ahorrarse la caminata, me convencían para que fuéramos al que estaba más cerca. Y yo, más terco que una mula, quería el "videoclub grande"

De hecho, con el paso del tiempo la tienda original de la ronda de Alarcos se fue ampliando, añadiendo espacio de los locales colindantes. 

En 2006, cuando aparqué la Play 2, y por ende, el mundo de las consolas (ya sabéis que en esta época, con la llegada del ordenador me aficioné a lo retro), la costumbre de alquilar videojuegos pasó a mejor vida. Las visitas al videoclub se terminaron de un día para otro. 

Sé que hubo otro nuevo cambio de emplazamiento. No puedo daros fechas exactas, porque me desligué totalmente. Cerraron los dos comercios y abrieron otro nuevo en el extrarradio, en la Avenida Tablas de Daimiel. Recuerdo pasar con el coche allá por 2015, y decir: mira, el viejo videoclub ahora está aquí. El local de mi barrio cerró y abrieron en su lugar un negocio de fotografía. Y en el de la ronda del hotel Almanzor, pusieron un almacén de electrodomésticos. 

Un día de 2019, leyendo prensa local online de Ciudad Real, me encontré la noticia de que el videoclub Metro cerraba definitivamente. Me dio penilla, ya que fue un lugar muy importante en mi vida gamer. A pesar de no haber vuelto a alquilar un juego, me dolió mucho su desmantelamiento. 

Ahora, el único club de cine y videojuegos que queda en mi ciudad es Cinerama, en la calle Pedrera. No he ido nunca, pero en el escaparate se ven unos posters muy chulos de la Nintendo 64 jejjee. 

Al ser menor de edad, no me dejaron registrarme en club Metro. Dimos el nombre de mi padre. Todavía recuerdo mi número de socio: 5710.

En principio, me daban permiso para alquilar juegos los fines de semana. Los días laborales eran para estudiar y hacer tareas. Además, al cerrar en domingo, si cogías un título el viernes lo podías tener hasta el lunes por el mismo precio: 450 pesetas, que subieron a 3 euros en 2002 (maldito redondeo!!!!!!!!)

Si entresemana me daban la nota de algún examen/control importante, y alcanzaba el sobresaliente, me dejaban ir al videoclub a por un juego de manera extraordinaria, como forma de premiar mi rendimiento

Nuestra profe de Matemáticas, Lengua y Conocimiento del Medio usaba el siguiente sistema de notas: suficiente (5), bien- (6), bien (7), bien+ (8), muy bien (9 y 10). No bastaba con el Bien+. Si quería juego en día de diario debía llegar a la excelencia. Lo mismo sucedía en las pruebas de inglés. Si sacaba un 9, esa semana tenía luz verde para alquilar.

El primer juego que alquilé fue Paperboy, el arcade de Atari Games protagonizado por un repartidor de periódicos, que montado en bicicleta, debe entregar la prensa diaria a los suscriptores del barrio. 

En lugar de dejar los diarios en los buzones, que era el objetivo principal, me dedicaba al gamberrismo vecinal, rompiendo los cristales de las ventanas, molestando a los perros o lanzando los periódicos a la gente. 

Os voy a contar una de las mayores estupideces que hice en el videoclub. Mi padre no encontró hueco esa tarde para aparcar el coche, así que entré yo solo a la tienda. Al no tener a mi progenitor allí al lado asesorándome, tuve libertad para elegir el juego. En la estantería vi el primer Castlevania, un título que conocía de sobra porque lo tenía mi primo, y estaba incorporado en el cartucho 100 en 1 de la clónica de la NES. 

No sé qué me pasó, que me monté una película en la cabeza ese día. La versión pirata contaba con tan solo tres niveles: el 1, el 2 y el 4, cuyos jefes finales son el murciélago, Medusa y Frankestein. Nunca llegué a luchar contra Drácula. En cambio, mi primo disponía de la aventura completa, con sus 6 fases, incluyendo la batalla contra las momias gemelas (azotea), la Parca (morgue) y el conde (torre). 

Mi mente infantil inocente e ingenua pensó: ¿Y si el cartucho que hay en la estantería del videoclub es diferente e incluye nuevos escenarios? El razonamiento tiene su lógica: si hay dos versiones diferentes, puede haber una tercera. 

Imaginad la cara que se le quedo a mi padre cuando me vio entrando al coche con un juego que tenía en casa. 450 pesetas gastadas tontamente. Él quería devolverlo, pero yo le insistía que quería probarlo por si había niveles nuevos. Evidentemente, no los hubo. Era calcadito al de mi primo. Mi gozo en un pozo. Eso sí: me hizo ilusión jugar al Castlevania sin tener que pedírselo a nadie.

Otra anécdota: debido al fallecimiento repentino de un tío mío, hermano de mi padre, con todo el follón del funeral, la familia y el dolor de mi abuela, se nos olvidó devolver un juego al videoclub. Lo tuvimos en casa dos semanas y pico. Yo, que era demasiado niño para comprender la gravedad de la situación, me callé: más tiempo para disfrutar de Kirby Adventure aprovechando la desatención de mis padres!!!!!

Imaginad el disgusto que se llevaron mis progenitores cuando vieron la caja del videoclub en la cesta de la salita: si se tenía que haber devuelto hace 15 días!!!!!!!!. Con todo el lío se nos fue el santo al cielo. El despiste nos costó casi 3000 pelas. Una barbaridad!!!!!!!!!. Y yo encantado de tener al héroe tragador de Nintendo durante tantas jornadas. La bronca que me cayó fue antológica. 

Cuando iba a casa de los abuelos maternos, el aburrimiento se cernía sobre mí. En la casa del pueblo no había juguetes, ni otros niños con los que jugar. Mataba el aburrimiento haciendo todo tipo de trastadas (un día llegué a quitar varias tejas del tejado). Era un niño muy inquieto: deambulaba de un lado a otro de la vivienda, mirando cajones y armarios, tocando cosas, abriendo y cerrando puertas...

Una mañana mi padre tuvo una idea: ¿Y si nos llevamos la consola para que el chico se entretenga y no atosigue a los yayos? Mano de santo!!!!!!! Esa día no hubo niño en la casa. Recuerdo que ese finde me había alquilado el Mega Man, y me lo llevé a casa de los abuelos

The Legend of Zelda (1986) era un juego muy solicitado. Siempre estaba cogido. No sabéis la rabia que me daba ver en la estantería la carátula de Link con la etiqueta de ALQUILADO. Siempre llegaba tarde.

Mi yo de siete años le empezó a dar vueltas a la cabeza: ¿Y si le quito el rótulo de prestado a la caja, la dependienta me dará el juego? Hay que ver cómo funciona la mente infantil. Y lo gracioso de todo esto es que yo estaba seguro de que me iba a funcionar. Bendita inocencia!!!!!!!!!!

Disimuladamente, le quité el precinto de entregado a la carátula y lo escondí entre los demás juegos del estante. Después, le llevé la caja a la chica del mostrador. Recuerdo que ese día se volvió loca buscando el cartucho dentro del almacén. Se metió a por el juego y no salía. Y yo, impaciente, esperaba fuera. En mi ingenuidad, tenía esperanza de que el truco me iba a salir bien.

Recuerdo que la muchacha salió de la trastienda con una cara extraña. Tecleó una cosa en el ordenador, y me dijo: el Zelda está cogido. Se le habrá olvidado a mi compañero colocar la etiqueta. El chasco que me llevé fue de aúpa. En su lugar, cogí el Bump'n Jump, un trepidante juego de combates de vehículos. Debíamos hacer que los coches y camiones enemigos se estrellaran contra los obstáculos del escenario

Un fin de semana alquilé el Super Mario Bros 2 (Doki Doki Panic). Lo tuve que devolver. ¿El motivo? En el inicio del juego me quedé atascado. No sabía avanzar. Solo sé que me tiré por el barranco. Tras la mítica caída en vertical llegué al suelo. No me percaté de que había una puerta marrón. Salía por el lado derecho de la pantalla, y aparecía por el izquierdo, una y otra vez, en bucle. 

Ni mi padre ni yo supimos resolver el entuerto. Ahora, años después de aquello, nos reímos de nuestra torpeza. ¿Cómo fuimos tan tontos? ¿No nos dimos cuenta de que había que pulsar arriba la cruceta del mando para entrar por el portón y continuar?  Hoy me meo a carcajada limpia, pero esa tarde no sabía qué hacer. Estuve una hora encendiendo y apagando la consola, metiendo y sacando el cartucho, dando vueltas al pie del acantilado sin saber dónde meterme. Llegué a pensar que esa copia del Super Mario 2 estaba defectuosa. 

Devolví el cartucho al videoclub alegando que le pasaba algo al juego ya que no podía avanzar. Ese día había un chico en el mostrador. Le conté toda la película: me tiro por el precipicio y me quedo atrapado. No consigo avanzar. El chaval me dijo que alquilara otro juego, pero que la próxima vez no me dejaría cambiarlo una vez lo hubiera cogido. Y me agencié el Adventure in the Magic Kingdom, aquel título de Capcon ambientado en un parque de atracciones Disney. 

Cada viernes, antes de ir al videoclub, acompañaba a mi padre al polideportivo, ya que tenía partido de fútbol sala. Después de ducharse y arreglarse, me llevaba a alquilar el juego.

En las gradas había más niños viendo a sus padres. Recuerdo juntarme con un chaval que tenía la NES. Hablábamos de nuestros juegos favoritos. Los dos íbamos al mismo videoclub, y nos picábamos entre nosotros para ver quién llegaba primero a coger un determinado juego, como si fuera una carrera

Aquí venía con cada viernes con mi padre
a verlo jugar al fútbol sala antes de ir al videoclub

Un día el chiquillo me dijo que quería alquilarse el Metroid. Yo ni siquiera conocía el título de Nintendo Research. Como el niño se lo iba a coger para el finde, a mí me entraron unas ganas inmensas de jugar, aunque no supiera de qué trataba. Lo hice solo para chincharle, igual que él hacía conmigo. Esa tarde yo fui el primero en llegar. Alquilé el juego y me sentí como si hubiera ganado el premio Nóbel jejjee

Para un niño de 7 años, era una aventura de acción muy difícil. Me cansé a los 15 minutos. Mi madre me reprendió muy merecidamente: que sea la última vez que coges un videojuego que no te gusta!!!!Ya hay que ser pánfilo para gastarse casi quinientas pelas solo por competir con el chico este. Y lo bien que nos lo pasábamos jejjejee

¿Sabéis cuál fue el primer juego de Super Nintendo que alquilé? Stunt Racer. Mi intención era probar el F-Zero, pero estaba pillado. Cogí lo más parecido que había y quedé encantado: gráficos en 3D, nitros, vehículos con barra de daño, velocidad de infarto, giros bruscos, caídas, pistas que cambian del día a la noche...

En mi etapa con la 16 bits, el título más alquilado fue el primer Donkey Kong Country. Me lo aprendí de memoria. Perdí la cuenta del número de veces que me lo pasé. Una dependienta me dijo que hubiera sido más rentable comprarlo, ya que el dinero que me gasté en alquileres superó con creces el precio del juego. Un día lo miró en el ordenador. 18 fines de semana estuvieron dedicados al gorila más famoso de Nintendo. 

Cada vez que alquilaba Super Mario World 2: Yoshi's Island, mi madre se echaba las manos a la cabeza: otra vez no, por favor!!!!!!!!!!!!!!!! Menudo suplicio escuchar al niño ese llorar. Elige otro juego menos infantil

Durante el fin de semana de mi primera comunión (4 de mayo de 1997) cogí el Winter Gold, un juego de deportes de invierno para Super Nintendo. 25 años después veo la imagen de algunos familiares en el salón de mi casa mientras los más pequeños hacíamos salto de esquí, esquí alpino, snowboard, luge, esquí acrobático y Bobsleigh

Super Mario Kart era otro de mis títulos predilectos. Casi siempre estaba cogido. Una tarde, estando allí ojeando el estante, llegó el cliente que lo tenía que devolver. La dependienta quitó la cinta de alquilado delante de mí. Qué suerte había tenido!!!!!!!!!!! En el momento justo!!!!!!!!!!! No lo dudé ni un instante y me lancé a por la caja cual hiena hambrienta. Fue la primera vez que me ocurrió algo así. 

Cuando estaba en el mostrador para pagar entró en el local un abuelo con su nieto. Fueron directamente a la estantería de la Super Nintendo. El niño buscaba el Super Mario Kart. La empleada le dijo que ya estaba pillado hacía "unos pocos segundos". El chaval empezó a gimotear, ya que el domingo era su cumpleaños e iban a venir sus amigos a casa. Le hacía ilusión echarse unas partidas al juego de karts de Nintendo con los colegas. Por una vez al año que se celebra. 

Mi padre me cogió y me dijo: Ángel, hay que aprender a tener empatía con la gente y ayudarla cuando lo necesita. Ese niño lo está pasando mal, ya que le hace ilusión el juego. Es su cumple. ¿Qué te parece si se lo damos? Seguro que otro día tú puedes pillarlo.

Y se lo cedimos. No sabéis la alegría que se llevó el chiquillo. Se puso a brincar por la tienda. Su abuelo nos dio las gracias un montón de veces por tener ese detalle con el nieto. 

Una mañana de vacaciones, yendo de camino al videoclub para devolver el Killer Instinct, me crucé por la calle con un chico gordo. Yo llevaba la caja del juego en las manos. El chaval, por querer ver el título que tenía, se acercó tanto a mí que pegó un empujón a mi madre. Lo hizo sin querer. Aprovechando que nos iba a adelantar, se arrimó para ver la carátula, y con las prisas casi tira a mi progenitora al suelo jiji. Fue justo al lado del mercado municipal. No se me olvida

Un día llegó un dependiente nuevo. Un chico joven. Me alquilé el Illusion of Time, el primer RPG en castellano para la Super Nintendo. Fui a pagar el juego, y recuerdo que el empleado me dijo: son 150 pesetas!!!!!!!!!! El precio habitual era 450 . Como iba yo solo, no dije nada. Pagué y salí hacia el coche de mi padre que me estaba esperando en la esquina. 

Cuando le dije a mis progenitores lo que me había costado se extrañaron. Ellos se pensaron que tal vez habían bajado los precios. A la semana siguiente me volvieron a cobrar las 450 pesetas. ¿El motivo? El empleado nuevo, con los nervios del primer día pagó la novatada. Se hizo un cacao mental en la cabeza. Confundió el precio de los juegos de la NES (que en aquel momento bajaron a 150 pesetas) con los de la Super NES (450 pesetas). Esta "rebaja" solo duró ese viernes. Al menos, el videoclub no cobró a los clientes la diferencia. 

Una mañana de verano, de camino a la tienda a devolver The lost vikings, hubo un accidente entre dos vehículos. Un coche estaba parado en un semáforo en rojo, y otro por detrás lo golpeó. La carretera se llenó de cristales. Mi madre y yo lo vimos desde lejos. La dependienta del videoclub se asomó a ver qué ocurría, por todo el jaleo que se formó en la calle. Recuerdo entregar el juego, y al salir estaban los dos conductores haciendo papeles, y varios niños llorando del susto. No se me olvida ese detalle. Al menos no hubo que lamentar daños personales. 

Unos días después de comprar la Super NES, otro primo mío adquirió la Megadrive. De vez en cuando traía a mi casa la consola de Sega. Un día se la dejó olvidada y aproveché para alquilar un videojuego. ¿Sabéis cuál elegí? Taz Mania. Mi personaje favorito de los Looney Tunes es el Diablo de Tasmania. En este caso, la serie de dibujos tuvo un peso importante en mi decisión. 


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