Hace unos días me dio por rejugar el primer Jak and Daxter de la Play Station 2. La última vez que me lo pasé fue allá por 2005/2006. Es uno de los pocos títulos puros de plataformas para la 128 bits de Sony. En una época en la que el género se contaminaba de otros componentes como la conducción, la acción o el shooter, se agradece un juego en el que la exploración, los saltos y la habilidad sean los protagonistas.
Yo soy poseedor de la trilogía, y aunque Jak 2 y Jak 3 destacaron por su desarrollo abierto, la variedad de situaciones, la ambientación oscura y adulta y los épicos combates con armas, a mí siempre me llenó más El legado de los precursores. No lo puedo evitar. Me encanta el look cartoon. Me encanta perderme por los escenarios. Me encanta la inocencia e ingenuidad de la historia. Me encanta recolectar items. Me encanta el tufillo a clasicismo.
Lo primero que hice al introducir el DVD en la consola fue revisar mi historial de partidas. La última data de hace 15 años (el 17 de octubre del 2006). Ahí es nada!!!!!!!!!!!!!!!
Comprobé que había conseguido las 101 baterías de la aventura y las 112 moscas exploradoras, pero me faltaba una cosa para lograr la ansiada perfección: 5 esferas de los precursores.
Una esfera precursor es un ítem en forma de huevo rojo. Tenemos que recoger 2000 a lo largo de la aventura. Están desperdigadas por los escenarios, a veces muy escondidas. En mi última jugada había conseguido 1995.
En el menú de pausa aparece desglosado por niveles el número de objetos recopilados (baterías, moscas exploradoras y huevos precursor). Me llamó la atención que en las fases más difíciles y avanzadas (la ciudadela de Gol, la cueva de arañas, el conducto de lava o la montaña nevada) había logrado el 100% de esferas. Sin embargo, en una de las áreas del principio, me quedaba por encontrar 5. Se trataba de la selva prohibida, uno de los escenarios, en teoría, más sencillos y asequibles del juego.
En ese momento se me vino a la cabeza la imagen de mi yo de 18 años dando vueltas y vueltas como alma en pena por toda la jungla en busca de esos 5 huevos. Recuerdo que en su momento me aburrí y lo dejé por imposible. No había manera de hallar las dichosas esferas. Y tampoco tenía Internet ni una guía para saber en qué rincón del espesante paraje se encontraban.
Con el objetivo de revivir viejos tiempos y ver si sonaba la flauta dije: voy a dar un paseo por la selva prohibida. A lo mejor lo que no conseguía hace 15 años lo logro ahora jijiji
La jungla está llena de peligros: puentes de madera a los que le faltan trozos, serpientes que cuelgan de los árboles, fosos de pinchos, troncos espinosos, ríos con pirañas, plantas venenosas, corrientes de agua, acantilados, cascadas, cabezachapas, ruinas, sapos...
Todavía recuerdo algunos retos míticos: el minijuego de pescar 200 kilos de peces, conectar los rayos de eco a través de los espejos mágicos, llegar a la desembocadura del río, entrar al templo perdido o subir a su azotea.
Al igual que en mi época de adolescente, me pateé toda la jungla de arriba a abajo en busca de esas 5 esferas de los precursores. Miré todos los rincones: detrás de las rocas, alrededor de las copas de los árboles, recorrí el curso del río, rompí todos los cofres, revisé cada escalón en el ascenso por el templo. A pesar de estar más de media hora buscando con ahínco, no logré lo que quería. Ni rastro de los huevos.
Solo me quedaba el interior del templo sagrado. En este edificio había un jefe final que era una planta de eco oscuro, la cual poseía un montón de ramificaciones tóxicas a lo largo y ancho de la selva. Llegué a la habitación del vegetal, que yacía derrotado y marchito en el suelo. Al fin y al cabo el monstruo había sido derrotado hace 15 años en mi anterior partida. Solo quedaba el cadáver.
Me puse a hacer el tonto alrededor de la planta y a dar saltitos. Imaginad cuál fue la sorpresa cuando brinqué encima de la carcasa del vegetal y sale del cuerpo una esfera precursor. El grito que pegué fue de aúpa. Mi madre tuvo que venir a la habitación a reñirme porque estaba haciendo demasiado ruido y eran más de la 1 de la madrugada.
Cogí la esfera. Di un segundo salto, y apareció un segundo huevo. Mi emoción iba en aumento. Tercer salto y tercer esférico que hacía acto de presencia. ¿Será posible?, dije yo. ¿Va a ser la planta la clave de todo esto? El cuarto brinco trajo consigo otro nuevo ítem. Solo quedaba uno...¿Saldría la última bolita? Y emergió como un bebé al nacer. Tras dar el quinto bote, brotó la última esfera precursor, y por tanto el 100% de la aventura.
Los 2000 huevos eran míos después de una década y media. Aplaudí como si no hubiera un mañana a pesar de las horas tan antisociales que eran.
Me hace mucha ilusión seguir emocionándome con los videojuegos. A pesar del tiempo transcurrido, un título como Jak and Daxter continúa generando alegrías, sorpresas e ilusiones en el jugador. ¿Quién lo diría? Es lo bonito de este mundillo: experimentar ese sentimiento de inocencia, ingenuidad, pureza, como si fuera el primer día.
Pasan los años, y sigo llevando un niño dentro. ¿No es apasionante? Por supuesto, necesitaba contarlo sí o sí en el blog. Un producto con 20 años de historia todavía nos provee de grandes experiencias y anécdotas.
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