Si hay un género videojueguil gracias al cual mi padre consiguió coger un mando y echarse unas partidas fue, sin lugar a dudas, el deportivo.
Ya fuera fútbol, baloncesto, golf, tenis o atletismo era la única manera de que mi progenitor mostrara cierta simpatía por este mundillo. Cuando veía en la pantalla que se trataba de algo relacionado con el deporte, se acercaba a la silla donde yo jugaba y me decía: anda, déjame un ratillo, que me apetece echarme un partidillo jejejee
Y yo, tan contento de compartir mis momentos de ocio y felicidad con una persona tan importante en mi vida. Con la excusa del deporte conseguí que entrara en casa más de una consola. Para mi padre, el Tetris y los deportes eran como el Padrenuestro en la clónica de la NES que adquirí allá por el año 1994 con tropecientos mil juegos incorporados.
Entre ellos, había dos que llamaron la atención de mi padre: Tennis y Baseball. Ambos compartían la misma melodía en la pantalla de inicio.
Si os soy sincero, a mí el deporte nunca me llegó a entusiasmar. En la escuela se metían conmigo por mi torpeza y mis escasas dotes físicas (al fin y al cabo era un niño gordo). Por eso, le llegué a coger cierto pánico a todo lo que tuviera que ver con las actividades deportivas.
No obstante, me gustaba jugar con mi padre a la consola, así que no me importaba echar unas partidas a estos dos juegos solo por el hecho de disfrutar de la agradable compañía de mi padre. El amor a la familia es lo más bonito que tenemos.
Y de tanto jugar con mi padre al Baseball (NES), este se convirtió en uno de mis deportes favoritos. Me aprendí las reglas de memoria.
Todavía recuerdo cuando mi profesora de Educación Física allá por sexto de primaria nos intentaba explicar la dinámica del baseball, y yo, me la sabía enterita por todo lo que había jugado en mi Nintendo durante mi niñez. La gente se hacía un lío con las bases, los strike, las bolas, los cambios de campo...
Si hay un momento que recuerdo con especial cariño de este videojuego es el Home Rune. Era algo que ocurría con escasa frecuencia, pero cuando sucedía era todo un espectáculo. Yo lo celebraba siempre igual: aplaudiendo, saltando y correteando por el comedor, mientras mi pobre madre me decía que no hiciera ruido, que mi abuela vivía en el piso de abajo y que iba a hundir el suelo jejjejee
Realmente, el Home Run se producía por una mezcla de habilidad y suerte, y que la máquina te lanzara la bola de una determinada manera, para que nosotros la bateáramos lo más fuerte posible. De esta forma, la pelota salía volando hacia el cielo sobrepasando las gradas y el marcador de puntos, emitiendo un ruido agudo que era síntoma de que habíamos hecho el lanzamiento perfecto.
Cuando la pelota se salía de los límites del campo, se escuchaba una música festiva, de celebración. La música de los campeones le decíamos jejjeje.
Las gradas parpadeaban en colores, y un letrero de "Home Run" se encendía debajo del contador, con el símbolo de Nintendo. El aplauso de la gente duraba lo que tardaban todos los jugadores en recorrer las cuatro bases. La melodía se terminaba pero la ovación seguía unos segundos más mientras uno de los árbitros saludaba a la cámara. El ruido de los pasos de los jugadores aportaba un toquecito muy peculiar
Enlace del video: https://www.youtube.com/watch?v=6ZX_DgZeWuY
Cada vez que lograba un Home Run la alegría invadía mi salón. De hecho, no me quedaba tranquilo hasta que aparecía el cartel en la pantalla. Había tardes que me metía 2 horas con la consola y no paraba hasta conseguirlo. Me gustaba escuchar el soniquete y decirle a mi madre o mi padre: mira lo que he hecho jejejjeje.
Mi madre me temía cada vez que sonaba la música ya que sabía que mi celebración iba a ser muy ruidosa y los muebles del salón corrían peligro. Hasta una vez rompí un florero que había en la mesilla. A mi madre le entraron los siete males.
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