sábado, 14 de octubre de 2023

Excitebike al microscopio

El post de esta tarde está dedicado a un título que me dio muchas alegrías durante mi infancia: Se trata de Excitebike, el genial arcade de carreras de motocross que Nintendo popularizó allá por 1984. Yo tuve el placer de jugarlo a principios de los noventa, en la clónica de la NES que me regalaron mis padres al entrar a Segundo de Párvulos, y que llevaba incorporados tropecientos mil clásicos de la talla de Super Mario Bros, Contra, Circus Charlie o Zippy Race. 

En la entrada de hoy vamos a recordar algunos detalles que forman parte de la fotografía de Excitebike, que no se me olvidan a pesar del tiempo transcurrido desde mi primera partida. 

En primer lugar, las gradas. Forman parte del decorado. Cuando tenía cinco años, no paraba de hacerme la siguiente pregunta ¿Por qué los asientos no se acaban nunca? Pues sí que viene gente a contemplar la carrera, ya que hay público desde la línea de salida hasta la línea de meta.

Cuando veía por televisión cualquier evento deportivo o de conducción (motociclismo, Fórmula Uno...) me daba cuenta de que el graderío estaba localizado en un punto concreto del estadio. No lo rodeaba en su totalidad. Por eso, cuando jugaba al Excitebike me resultaba llamativo ver una pista en línea recta sin ningún tipo de alteración visual en el fondo de pantalla. Solo asientos y público. ¿Por qué no cortaban de vez en cuando la grada y lo alternaban con un poquito de cielo azul o de vegetación? jejeje. Mi padre no sabía qué responderme. 

El fondo solo es graderío. Eso sí, con una 
cenefa triangular muy chula

Cuando la carrera terminaba, el público aplaudía. Las cabezas de la gente se iluminaban y parpadeaban, al igual que las cenefas de la base del graderío. Una manera rudimentaria y primitiva de celebrar el fin del evento. 



                               MINUTO 1:25 del video: https://www.youtube.com/watch?v=fRgMCtaWoSU

El efecto era muy parecido al de Circus Charlie. Cada vez que el payaso protagonista alcanzaba la línea de meta en cualquiera de los niveles (aros de fuego, equilibrista, balones, trapecios...), los espectadores se deshacían en vítores y palmaditas, exaltando nuestro triunfo. 



¿Más cosas? Si observamos la pared de las gradas de Excitebike, nos daremos cuenta de que aparecen dos carteles informativos

-Por un lado, publicidad a Nintendo, que al fin y al cabo es la responsable de esta creación. 

-Por otro lado, el récord del circuito. El mejor tiempo quedaba marcado en la base de las gradas.

Fuera del trazado principal, en la zona de césped que hay entre la pista y las gradas, encontramos a unas cuantas personas de pie, contemplando la carrera. 

-En primer lugar, un periodista con una cámara de televisión, retransmitiendo el evento

-En segundo lugar, dos mecánicos: uno de pie, y otro agachado. Por la vestimenta se supone que se trata de una parte del personal del equipo técnico de las motos. 

Debido a la diferencia de altura, yo los llamaba "el padre con su hijo", ya que pensaba que se trataba de un papá que había llevado a su retoño a ver la carrera. 


-Y por último, menos frecuente que los dos anteriores, había un tipo que yo lo llamaba el lanzapelotas, ya se parecía a un pícher de baseball. La posición de los brazos adelantados me recordaba al encargado de disparar la bola al bateador y colocarla en el centro del campo. 


Por aquellos años estaba enganchado a Baseball, el mítico juego deportivo de NES que aparecía en las recopilaciones de las clónicas. De ahí el vínculo establecido entre los dos títulos de Nintendo.


Las motos rivales podían tener accidentes, y el conductor salía despedido del vehículo. Cada vez que un piloto aparecía en medio de la carretera, un pensamiento perverso y macabro se apoderaba de mí. ¿Cuál era mi ilusión? Atropellar al motorista y hacerle trizas. Nunca lo conseguí, ya que mi moto traspasaba al conductor como si fuera un fantasma. No pasaba nada. El tipo salía ileso y volvía a la carrera. 


Unos años después, en títulos como Driver o The Italian Job experimenté esa sensación al ver que no se podía atropellar a los peatones, ya que estos se escondían mágicamente en las paredes de los edificios o si intentaba traspasarlos como un cuchillo, el viandante ni se inmutaba. No había forma de matarlos. 


Otro detalle que no se me olvida es la bandera de cuadros, típica de las competiciones automovilísticas, que marca el final de las carreras. Está formada por cuadritos blancos y negros. Es la primera vez que vi esa bandera y mi padre me explicó en qué consistía. 

La consigna aparece en la pantalla de título, bordeando rectangularmente el rótulo de Excitebike. 


También hacía acto de presencia en la selección de circuito, esta vez en forma de cuadrado, rodeando el número de pistas. 


Y por último la vemos en la escena del pódium, también en cuadrado, remarcando nuestra posición, el tiempo récord y el tiempo del jugador. Qué contento me ponía cuando conseguía la primera posición. Me ponía a dar saltos en el comedor y a veces me subía en el sofá 


La barra de temperatura me ponía de los nervios. Por un lado, daba gusto pulsar el botón B para que la moto acelerara. En tramos rectos nos venía muy bien para ganar unos cuantos segundos al crono. Con el aumento de velocidad, me venía arriba y disfrutaba como un enano en plan Leonardo Di Carpio: Soy el Rey del mundo!!!!!!!!!!!

Sin embargo, no todo va a ser positivo. Si abusábamos del acelerón, la barra de temperatura subía como la espuma, y si se llenaba al máximo, el motor se sobrecalentaba y debíamos parar unos segundos hasta que el vehículo se enfriara, perdiendo un tiempo precioso que nos costaba la carrera. Cuando la barrita se acercaba a su tope, sonaban unos acordes muy desagradables en señal de peligro: frena un poco, o la moto se calentará.


He de reconocer que el dedo se me iba más de la cuenta a la tecla del nitro. Generaba placer conducir a velocidades de vértigo. El gusanillo me animaba a seguir. Sin embargo, yo sabía que eso traería nefastas consecuencias. Por eso el ojo no se apartaba de la dichosa barrita, y eso hacía que no me concentrara al 100% en la conducción y las rampas de salto. 
 
Si conseguimos esquivar cinco motos sin caernos de la moto, nuestro vehículo se volverá dorado con la habilidad especial de no sobrecalentarse. Qué gusto poder darle al turbo sin preocupaciones!!!!!!!!!


Y para terminar, os cuento dos cosas que odiaba de Excitebike: 

-Por un lado, los segmentos de hierba. En algunos tramos el asfalto desaparecía, y en su lugar había que atravesar varias zonas de césped. La velocidad de la moto se reducía drásticamente en esta superficie. A mí me cortaba el rollo eso de ir a toda mecha, y de pronto, ver que las ruedas se volvían perezosas ante el roce con el verde suelo. 



-Por otro lado, los socavones en el suelo. Si el conductor caía en uno de ellos, la velocidad también se reducía. Lo bueno es que podíamos evitarlos, ya que ocupaban un cachito pequeño del trazado



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